¿Qué el día que nace tu hijo es el más feliz de tu vida? ¡Ni de coña!
El día que me puse de parto (que no fue el que nació mi hija) me desperté de la siesta chapoteando en líquido amniótico. Eran las 17h del 15 de marzo.
Bajé a la cafetería a tomarme un Calacao, con toooda la parsimonia del mundo como si no pasara nada. Yo sabía que había roto aguas, pero tenía que tomarme mi colacao.
Me lo tomo. Me levanto. PLASHHH! Más agua. Miré a mi madre y le dije: "Sube a por el macuto, que nos vamos pal hospital."
Llegamos y me dice el celador de turno "seguramente te manden pa casa, por que tú estás muy entera. No estás de parto. Será fluido." Fluido mis cojones. Era bolsa rota. ¿Contracciones? 0.
Me llevan a monitores, 40 minutos. La niña perfecta. Yo perfecta. Mis bragas mojás. Me dieron la habitación 412,con vistas a la Giralda. Mejor imposible: Mi hija iba a nacer en la mejor ciudad del mundo con las mejores vistas posibles.
"Vamos a esperar a que te pongas de parto tú sola. Si a las 8am, no tienes contracciones, te mandamos a monitores y te lo provocaremos. Si el bebé deja de moverse, llámanos."
A las 7:10 aparece una señora por la puerta de mi habitación pa llevarme a monitores. Deprisa. Corriendo. Me dieron un zumo y 4 galletas. Me conectaron al monitor y aquí empiezan mis lagunas.
Era una habitación, para mi sola. Un pequeño baño, un sofá, mi camilla y un cuadro horrible con mariposas. Recuerdo que me metieron una pastilla en la vagina. Eran las 8 am del 16 de marzo. No comí ni bebí nada durante las siguientes de 15 horas. A las 12 del medio día empezaron las contracciones. Cada 3 minutos. Gritos. Temblores. Más gritos. Más temblores. De riñones. De ovarios. Dormía entre contracción y contracción, lo que vienen siendo segundos. Las 15h. Las 17 de la tarde... Recuerdo a Dani ponerme y quitarme la cuña varias veces para poder mear. Dolor. Más gritos. Vomité el zumo con las galletas. Más temblores. Dilatación: ni 4 cm.
A las 18h me hacen duchar para ir a ponerme la epidural. A las 18:30 entro en la sala donde me la pincharon. Me costó horrores sentarme en aquella camilla. Aquellos pinchazos en la espalda es lo peor que recuerdo de toda mi vida. Doloroso y desagradable a más no poder.
Volví a mi habitación a conectarme al monitor. Las 21h. El dolor y los temblores seguían. No recuerdo quien entraba en la habitación ni por cuánto tiempo. Sólo gritaba y temblaba. A las 22h me pusieron una segunda epidural. A los pocos minutos el dolor empezó a remitir, pero los temblores fueron aún peores. Me temblaban las piernas los brazos, el pecho, la boca al hablar... Tenía miedo. Seguía sin dilatar.
A partir de aquí es cuando recuerdo a Isabel. Mi ángel aquel día. Le pedí agua. Llevaba desde las 7 de la mañana sin beber. No tenía ganas de nada, sólo de que todo acabara. Quería dormir, levantarme de aquella maldita camilla, comer algo, beber agua. Sobre las 23h, le dije a Isabel que sentía presión en el ano. Me dijo que había conseguido llegar a 8cm y era el momento de empezar a empujar. Fueron más de 2 horas empujando, pero yo las recuerdo como 5 minutos. Recuerdo como esperaba a sentir la presión para dejar de respirar y empujar durante laaargos segundos. En ese tiempo, me explicó que la cabecita estaba bien colocada, que ya la veía. Que tenía que bajar 4 escalones en los que se divide el canal de parto y ya había conseguidos bajar 2. A las 1:30am del 17 de marzo, llevaron mi camilla hasta el paritorio. Por el camino, seguía empujando. Allí, con ayuda de 4 mujeres, me subieron al potro. Isabel se puso junto a mí:
"Laura, lo estás haciendo muy bien
¿Quieres que te la pongamos encima cuando salga y hacer piel con piel, que es muy bonito?"
"¡No. NO! Quiero que salga y dormir. ¡Sólo quiero dormir!"
"Anda, mujer. ¡Eso dices ahora!"
Isabel se sentó frente a mi. "Has bajado un escalón más por el camino. ¡Está casi fuera! ¡Empuja! Un poco más... ¡PARA QUE TE VAS A DESGARRAR! Ya la sacamos nosotros."
Y salió. La pusieron sobre mi. La miré y dije: "Coño, pero si es guapa."
Lo siguiente que recuerdo son las siguientes palabras de Isabel: "Pues... No te voy a ningún punto. Sólo te ha arañado un poco".
En ese momento vi a Dani con ella y otra enfermera, limpiando, pesando y cortando el cordón a Elia. 47 cm y 2,710 kg.
No eran ni las 1:50 cuando ya estábamos en la sala de lactancia. Ya en la intimidad, Isabel nos dió las primeras nociones de lactancia y compartió con nosotros los primeros momentos con Elia.
Cuando llegamos a la habitación allí estaban mi madre y mi tia Bea. Eran las 2:30 am. Sobre las 3,por fin nos quedamos los 3 solos: Dani, Elia y yo. Aquella noche tampoco dormimos. Estábamos perdidos. Confusos. ¿Qué teníamos que hacer, cuánto y cómo? Eran tan pequeña. Tan delicada... Nos daba miedo tocarla y romper toda aquella perfección entre mantitas de hospital.
Me ardía la vagina. Y sangraba. Ir a mear era un suplicio. Me escocían las heridas. No podía imaginar los malestares de las parturientas con puntos o cesáreas.
Todo el día siguiente, fue un entrar y salir sin parar de visitas. Familiares, amigos, personal del hospital... El día pasó lento y los miedo y las confusiones no nos abandonaban. Cada vez que se acercaba el momento de darle el pecho al bebé me era un martirio. Me dolían los pezones. Muchísimo. No quería que llegase la siguiente toma. Y así fue como el lunes por la tarde, me derrumbé. Pedí a todas las personas con intenciones de visitarnos que no lo hicieran.
No me encontraba bien. Sólo quería llorar.
Llorar por el dolor. Por el miedo. Por que no sabía como coger al bebé. Por que estaba allí encerrada desde hacia 3 días. Por que no sabía como calmar a la niña cuando lloraba. Estaba hecha mierda.
¿Y ese se suponía que era el día más faliz de tu vida?
Un día lleno de dolor, de miedo, de confusión...
Salí del hospital. Y ya nada volvió a ser igual. Ni mi vida. Ni mi cuerpo. Ni yo.
Ésta es mi realidad.
Quizás no la de todas, pero ésto es real. Las fotos que véis en Instagram de recién paridas hiper maquilladas, sonrientes y bien peinaditas con sus bebés en los brazos, son puro postureo.
sábado, 21 de diciembre de 2019
sábado, 12 de enero de 2019
#O24 2OO9.
Éste año 2019 se cumplen 10 años de muchas cosas:
Del viaje a Sierra Nevada con el instituto.
De mi primer novio (con el que estuve casi 3 años y tuve las primeras experiencias "amorosas").
De que me saqué la ESO.
De mi primer Camino de Santiago y la primera vez que fui a Galicia.
De la primera vez que fui a Don Benito.
De que entré en bachiller...
Éstos 10 años se me han pasado volando. Mucha gente que estuvo, ya no está.
He conocido a grandes personas y he vivido mil aventuras (los Aupair que hice a Cerdeña y Pirineos, Granada troll, el segundo camino de Santiago, mi primera vez a Mallorca, A Coruña, las noches en la Alameda con los vikingos, la Universidad, Sergio, Ezequiel, todos aquellos chicos de los que me enamoré pero no llegó a nada y todos aquellos que llegaron a todo pero ninguno se quedó, etc...)
A veces me siento vacía cuando pienso en todo éste tiempo, porque no estoy donde quería estar hace 10 años cuando pensaba en hoy. En éstos 10 años he tomado decisiones que me han traído hasta aquí, muchas impulsadas por el novio que tuve en aquel entonces, al cual le agradezco su positiva influencia.
No es donde cuando tenía 17 años quería estar, pero tampoco me desagrada. A veces pienso que es mejor situación que la quería para mí entonces. Hace 10 años yo quería ser geógrafa e ir a investigar a la Antártida, dedicando mi vida a la ciencia. No estoy muy lejos de eso y parte de aquello lo cumplí: Estudié Geografía y estuve haciendo labores de investigación en los laboratorios de Agricultura. A día de hoy soy técnico en Recursos Naturales, aunque no ejerzo.
Tengo a mi lado a una persona maravillosa a la que conocí hace 3 años y esperamos a nuestra primera hija en marzo. Vivimos en una casa de campo con los ("especiales") abuelos paternos de mi hija, en una isla del Mediterráneo (Mallorca) con lo justo, sin lujos.
A veces pienso que es más de lo que habría deseado hace 10 años. A pesar de ello, estoy deseando cambiar ésta situación: Volver a mi tierra, Sevilla; trabajar para la investigación y tener una casa propia: Vivir sola con mi hija y su padre, en intimidad.
Del viaje a Sierra Nevada con el instituto.
De mi primer novio (con el que estuve casi 3 años y tuve las primeras experiencias "amorosas").
De que me saqué la ESO.
De mi primer Camino de Santiago y la primera vez que fui a Galicia.
De la primera vez que fui a Don Benito.
De que entré en bachiller...
Éstos 10 años se me han pasado volando. Mucha gente que estuvo, ya no está.
He conocido a grandes personas y he vivido mil aventuras (los Aupair que hice a Cerdeña y Pirineos, Granada troll, el segundo camino de Santiago, mi primera vez a Mallorca, A Coruña, las noches en la Alameda con los vikingos, la Universidad, Sergio, Ezequiel, todos aquellos chicos de los que me enamoré pero no llegó a nada y todos aquellos que llegaron a todo pero ninguno se quedó, etc...)
A veces me siento vacía cuando pienso en todo éste tiempo, porque no estoy donde quería estar hace 10 años cuando pensaba en hoy. En éstos 10 años he tomado decisiones que me han traído hasta aquí, muchas impulsadas por el novio que tuve en aquel entonces, al cual le agradezco su positiva influencia.
No es donde cuando tenía 17 años quería estar, pero tampoco me desagrada. A veces pienso que es mejor situación que la quería para mí entonces. Hace 10 años yo quería ser geógrafa e ir a investigar a la Antártida, dedicando mi vida a la ciencia. No estoy muy lejos de eso y parte de aquello lo cumplí: Estudié Geografía y estuve haciendo labores de investigación en los laboratorios de Agricultura. A día de hoy soy técnico en Recursos Naturales, aunque no ejerzo.
Tengo a mi lado a una persona maravillosa a la que conocí hace 3 años y esperamos a nuestra primera hija en marzo. Vivimos en una casa de campo con los ("especiales") abuelos paternos de mi hija, en una isla del Mediterráneo (Mallorca) con lo justo, sin lujos.
A veces pienso que es más de lo que habría deseado hace 10 años. A pesar de ello, estoy deseando cambiar ésta situación: Volver a mi tierra, Sevilla; trabajar para la investigación y tener una casa propia: Vivir sola con mi hija y su padre, en intimidad.
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