Todo empezó en marzo de 2018, cuando decidí ser donante de óvulos. Necesitaba dinero, pues tenía una gran deuda que pagar. Y allí fui yo, con mis 25 añitos a un Centro embrionario a pedir información y ofrecer mis óvulos. Yo llevaba 6 años tomando anticonceptivas, por lo que las dejé y 2 meses más tarde empezaron las pruebas psicológicas y físicas en el centro para ver si era apta para ser donante o no.
Las pruebas fueron genial, pero llegados al punto que me realizaron una ecografía vaginal para ver el estado de mis óvulos, llegó el drama:
Tenía los ovarios dormidos, poliquísticos y baja reserva ovárica.
En ese momento los médicos me dieron 2 opciones:
-Seguir con la donación, pero no podría ser madre más adelante si lo deseaba, ya que al tener pocos óvulos mis posibilidades de ser madres cuando quisiera serían ínfimas (más de lo que ya lo eran)
-No seguir. Por que además ellos no sabían si los pocos óvulos que yo tenían eran de buena "calidad" o no, aunque fueran pocos, hasta tenerlos en laboratorio.
Decidí no seguir. Salí desmoralizada del centro y llamé a mi pareja. No podríamos ser padres nunca. En ese momento yo lo veía todo negrísimo. Vinieron los lloros y con ello decidí acudir a mi matrona a que me realizara pruebas para una segunda opinión.
Las pruebas que me mandó mi matrona por la SS dieron los mismos resultados con la frase lapidaria de: "Si vas a querer ser madre, lo vas a tener muy complicado, Laura. Si te quedas, será milagroso", me dijo la matrona.
Más lloros y una decisión super difícil: Dejar a mi pareja para que se buscase a otra chica que en futuro le diera hijos, ya que yo no podía y él quería ser padre.
No me dejó dejarle y fue un grandísimo apoyo, a pesar de que él también estaba afectado.
Dejamos toda clase de anticonceptivos (¿Para qué va a usar una persona "estéril" anticonceptivos, con pareja estable, si no se va a embarazar? Lógica.) Y llegó julio. Y el primer retraso de mi vida.
Test: NEGATIVO. Obvio, soy estéril... ¿Qué esperaba?
1 semana después: Test: POSITIVO.
No podía ser. Mi cara estaba más blanca que los azulejos del cuarto de baño. La vida me había dado una bofetada y de la misma inercia me acababa de dar otra de vuelta con el revés de la misma mano.
Fui a otra farmacia a comprar otro test distinto. POSITIVO.
¿Cómo coj...? ¡QUE NO, QUE NO!
Llamé a mi pareja y se lo conté. Y me dice con toda su parsimonia: "Cari, vamos a tenerlo. Ahora te has quedao a la primera. Quién sabe si cuando vayamos a buscarlo más adelante no te vuelves a quedar más. Te habían dicho que no podías, te has relajao por que pfff! total, "no podías" y mira... No es el mejor momento, pero ha venido así."
Y así fue como en marzo de 2019 nacía Elia.
Pues bien. No queda aquí la cosa: Escribo este texto embarazada, por segunda vez (a la primera), de 35+6. Durando el primer año de vida de nuestra hija, tuvimos sexo con marcha atrás "por si acaso", y en mayo dijimos; "Venga va, si cae, cae!" Y vaya si cayó...
¿Milagro? ¿Doble milagro? No sé como llamarlo ni que pasó.
Pero con esto quiero deciros que hasta los profesionales se equivocan, que no hay que castigarse/presionarse psicológicamente una misma por que te digan "no puedes/podrás", que con ovarios poliquísticos y la baja reserva ovárica también se puede dar vida, que lo imposible a veces, se hace posible y mandaros mucho ánimo a las que lo estáis intentando!! 💪